Cuando empiezo a entrenar a alguien y
me pregunta si creo si podrá clasificarse para Kona o hacer tal
marca me hace mucha gracia. La pregunta en sí es poco menos que
absurda, es imposible predecir tal cosa para la gran mayoría de los
casos incluso en el supuesto de que todo fuera a la perfección, cosa
que raramente ocurre. Incluso si te viene un talentazo como Noya con
esa pregunta mi respuesta sería que mucho se tienen que torcer las
cosas para que, en el supuesto mencionado de Kona, no se clasificara,
pero que nadie está a salvo de que las cosas se tuerzan mucho. En mi
caso, sin ir más lejos, las cosas se han torcido tanto en el último
año que casi he hecho ya los 360º y debo estar a punto de tomar el
camino bueno otra vez. Así pues la pregunta, para la información
que se quería obtener originalmente es poco productiva, pero refleja
claramente que no se tiene la actitud correcta.
Hoy en día parece que se valora
demasiado el resultado, que, no nos engañemos, no deja de ser
importante. Nuestros trabajos, nuestros estudios, la continuidad de
nuestros proyectos dependen en gran medida de los resultados. El
problema está en cuando olvidamos que los resultados no llegan por
arte de magia. Los resultados son fruto del talento y la
circunstancia (poco podemos hacer ahí) y del proceso que nos lleva a
ese resultado.
A menudo veo deportistas que olvidan el
proceso e incluso a mí me sigue pasando alguna vez. Mismamente este
año pasado, agobiado por los plazos para intentar estar en Kona en
primer lugar y, posteriormente, intentando corresponder a mis
patrocinadores con algún resultado más aparte de Niza, he
descuidado el proceso, no he rehabilitado en condiciones mis lesiones
y, siendo malo el proceso, no fueron mucho mejores los resultados. En
este caso mío que comento el principal problema ha sido la falta de
información, pero esa información que se debe a imponderables.
Ahora, a toro pasado, desde luego que haría las cosas de manera
diferente, pero si pudiera volver atrás en el tiempo, con la misma
información, volvería a hacer lo mismo. No me reprocho nada por
tanto, hice todo lo que estuvo en mi mano y, hoy, tengo mucha más
experiencia que antes en lo relativo a las lesiones tras casi 10 años
sin lesiones.
El problema es cuando deliberadamente
se centra uno en el resultado, cosa que, como he dicho, sigo viendo a
menudo. Dejemos de lado los mencionados imponderables, los llamemos
mala suerte o variables fuera de control. Si asumimos que
circunstancias y talento fijan nuestro potencial, lo máximo que
somos capaces de hacer, la única manera de cumplir con dicho
potencial será llevar acabo la mejor preparación posible, es decir
intentar que el proceso sea lo mejor posible. Si nuestro potencial
incluye poder clasificarnos para Kona un proceso bien llevado nos
dará el billete. Si andamos con distracciones por el camino,
pensando que el viaje es el destino y no andar el camino, es mucho
más probable que el resultado sea malo. Por tanto, incluso si nos
mueve una mentalidad "resultadista", lo más práctico es
centrarse en el proceso. Si éste nos lleva o no a posibles metas es
algo que habrá que evaluar por el camino, sin distraerse, sin dejar
de trabajar bien, reajustando plazos si es necesario (que no conviene
olvidar que, sobre todo en "lo nuestro", la continuidad a
medio y largo plazo es lo realmente productivo). Lo que importa es
que el mejor proceso nos va a llevar a ser nuestro mejor yo, que es
lo que realmente importa.
Así, el que ande con grandes
propósitos para este año, grandes ambiciones, grandes metas, quizá
debe valorar que lo que realmente importa es cuidar el proceso,
comprometerse y entregarse a él. El resto, marcado por el potencial
y el bagaje previo, vendrá solo. Por tanto no es tanto "proceso Vs resultado" como "proceso para resultado".